Elegí la certeza de ser feliz

Le pusieron María del Socorro por pagarle una promesa a la Virgen del Perpetuo Socorro, de la que su abuela era muy devota. Su familia materna es tan religiosa que hasta tienen una santa, Berenice Duque. A pesar de que le gustaba más su nombre original, hoy día lleva ese nombre de virgen con mucho orgullo. Fue la primera niña adoptada que llegó a Armenia. Cuando el avión aterrizó, hace 63 años, en esa pequeña ciudad del Eje Cafetero y sus padres se bajaron con esa bebé de tan solo dos meses en brazos, el acontecimiento fue de tal magnitud que hasta el obispo estaba esperándola en el aeropuerto; como el vallenato, “del cura pa’arriba”. La primera vez que un niño en el colegio le gritó que era “regalada”, ella, que apenas tenía cinco años, le respondió: “Soy adoptada, pero yo tengo dos mamás y usted solo una”. Le tiene pánico a la oscuridad, y terror a subirse en un avión, pues su madre le dijo, cuando apenas era una niña, que sus verdaderos padres se habían matado en un accidente aéreo. Al hablar de su madre biológica, se llena de tristeza. Lo poco que sabe es que era una niña de Manizales que quedó embarazada a los 14 años. Ella es fruto de un amor prohibido, y todos los 19 de diciembre, fecha de su nacimiento en Bogotá, y los días de la madre, reza por esa niña-mujer que la trajo al mundo y le dio la oportunidad de vivir esta vida. “Cuando uno es adoptado, hay una palabra que nunca se podrá dejar y es ‘incertidumbre’, pero la incertidumbre es una elección. Yo elegí la certeza de ser feliz”. Esta es la historia de María del Socorro Jaramillo Velásquez.

 


María Elvira Arango (MEA): ¿Cómo fue la conversación sobre su adopción? ¿Cómo estaba conformada su familia en ese momento?
María del Socorro Jaramillo (MSJ)EA: Mi mamá y mi papá eran una pareja muy conocida de Armenia. Mi papá un tipo querido, de mundo, un excelente anfitrión, presidente del club, que en esas ciudades chiquitas es importante, con una vida social muy fuerte. Mi mamá, una mujer muy callada, devota, que viene de una familia religiosa con dos hermanas religiosas que todavía viven, un primo hermano obispo; ahorita están en la beatificación de la hermana Berenice Duque, prima de mi mamá. Mi mamá es de Aranzazu, Caldas, y queda huérfana muy chiquita; los tíos se la llevan a vivir a Armenia, y ahí conoce a mí papá. La verdadera vocación religiosa la tenía mi mamá, y quien se iba para el convento era ella, pero conoció a mí papá, se casaron, y empezaron su vida de matrimonio. Pasan cinco, seis, siete años sin poder tener hijos, y entonces a mi mamá le hacen todo tipo de exámenes. ¡Ojo con esto! A mí mamá, no a mí papá, para que nos ubiquemos culturalmente en el asunto.
MEA: En la época…
MSJ: En la época, le hacen todo tipo de cirugías, visita a médicos, y no pueden quedar en embarazo. Entonces llega la idea de adoptar, con la que mi papá no está de acuerdo. Mi papá, un hombre maravilloso, pero el típico paisa machista que no va a aceptar un hijo que no sea de su sangre. Todo el antecedente de mi mamá devota y tan espiritual te lo mencioné porque ella dice que fue la oración la que le ayudó a convencer a mi papá. Al principio con mucho temor, dudas, pero después accede y encuentran una casa de adopción que es la Casa de la Madre y el Niño, que en ese entonces es manejada por doña María, y hay una persona que tiene cómo llegar a esa casa, que se llama la doctora Nidia Urrea, quien es muy importante en este relato. Nidia Urrea es una médica de Manizales que estuvo un tiempo en Francia y tiene algún vínculo con la Casa de la Madre y el Niño. Mis padres pasan papeles por ahí desde el año 58 o no sé, tal vez un año antes de que yo llegara, y son aprobados para en cualquier momento recibir un bebé. Mi papá ya totalmente convencido, y con esa esperanza y esa ilusión de un niño o una niña…
MEA: Ellos no sabían qué iba a llegar…
MSJ: Mi papá quería un niño, mi mamá, una niña. Por eso yo soy muy niña-niño o niño-niña, porque mi papá me educó como un niño y mi mamá como una niña. Ellos reciben la llamada y les dicen que es un caso muy especial de la Casa de la Madre y el Niño. Pues resulta que Nidia Urrea, esa doctora manizaleña, que seguramente supongo yo, debe tener algo que ver conmigo, no sé, es mi especulación, porque toda la vida estuvo muy pendiente de mí, siempre me siguió mis pasos. Nos reunimos hasta hace pocos años… los llaman y les dicen que hay un caso muy especial de una niña de la región del Eje Cafetero. Es decir, me buscaron el ancestro.
MEA: Que fuera del mismo origen…
MSJ: Lo poco que sé de mi historia es que soy hija de una niña de la sociedad de Manizales de 14 años que quedó en embarazo. Perdón este relato así, pero es que forma parte de una ciudad chiquita, donde es muy importante el qué dirán… A esa niña, supuestamente, la mandan a estudiar a Francia. La traen a Bogotá, y está encerradita en la casa de adopción no sé cuántos meses; supongo que apenas se supo lo del embarazo. Años después, cuando visito la Casa de la Madre y el Niño, me muestran unos sitios donde hay varias niñas que duermen en la misma habitación; otros donde hay de a dos camitas y otros donde duerme una sola. Me contaron que mi madre biológica estuvo en esas habitaciones de una sola. Hubiera sido muy fácil abortar, pero seguramente ahí comienzan mis creencias, mis supuestos, me imagino, sin saber que era una familia muy creyente, porque no se consideró en ningún momento el aborto que era una salida fácil; no, en este caso se consideró la adopción.
MEA: ¿Sus padres dónde estaban?
MSJ: En Armenia. Yo nazco un 19 de diciembre en la Clínica Palermo, y llego a la Casa de la Madre y el Niño un 24 de diciembre de 1959, pero aparezco en los registros de la Casa de la Madre y el Niño en el libro de 1960. En una de esas reuniones que hago, cuando soy grande, Nidia Urrea, quien toda la vida, según he sabido me manda regalos y pasa muchos cumpleaños cuando yo estoy chiquita, va a Armenia, siendo una prestante medico acá en Bogotá, una profesora de la Universidad de La Sabana, una mujer autora de libros. Ella va y me visita mucho a Armenia siendo yo chiquita, y después entiendo por qué ella ha seguido tan pendiente de mí.
MEA: ¿Todavía vive?
MSJ: No, murió hace poco. Un día que estoy tomándome un café con ella le digo: “Nidia, ¿yo por qué estuve seis días en la clínica? Nazco el 19 de diciembre y llego a la Casa de la Madre y el Niño el 24; explícame esos días, ¿es que yo nací enferma?”. Le hice tres preguntas y solo me contestó dos. Le pregunté si yo era producto de una violación y me dijo que no, que soy producto de un amor prohibido. Ahí entra la mente a pensar, a imaginar y a empelicularse el que quiera. Me cuenta que nazco el 19 de diciembre, que en esa época más o menos a los dos o tres días ya te daban de alta, con tú bebé. Entonces, el 22 de diciembre llegan de la Casa de la Madre y el Niño que ya me van a llevar y mi madre biológica que, por favor, se la dejen un día más. Esto es relato de Nidia Urrea. El 23 de diciembre vuelven por mí y la madre biológica vuelve y repite lo mismo: “Déjenmela un día más”. La dificultad supongo de…
MEA: Desprenderse…
MSJ: Cuenta Nidia que ella llegó el 24 de diciembre y le dijo “hoy es el día”, que era por la mañana; hacía mucho frío y ella me da un beso y la bendición. Llegué a la Casa de la Madre y el Niño un 24 de diciembre, por eso mi relato del Niño Dios sí existe, y dice: “Una fría mañana de Navidad”. Mira cómo el Niño Dios me lleva a una casa de adopción el día de Navidad. En mi relato, donde dice que personas de inmenso corazón se encargaron de mí, cuidaron de mí, vislumbraron mi primera sonrisa, mi llanto en la cuna. Y digo que unos padres maravillosos llegan por mí, al año siguiente, en febrero, cuando yo ya tengo dos mesecitos, como ya el chisme (por decirlo de alguna forma) es tan sonado…
MEA: Todos en Armenia sabían que iba a llegar el bebé…
MSJ: Claro. Era el primer caso de adopción en Armenia de una familia tan conocida.
MEA: Todos pendientes…
MSJ: Todo el mundo; donde los mejores amigos de mis papás había una gran fiesta para recibirme, y era mi bautizo.
MEA: ¿El día de la llegada?
MSJ: Sí, ese mismo día me bautizaron. Antes de llegar a la fiesta aterriza el avión en Armenia, y hay mucha gente, las autoridades, el obispo, los sacerdotes; es un gran acontecimiento. Mi mamá le dice a mi papá que antes de llegar a la fiesta pasen por la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús donde hay una Virgen del Perpetuo Socorro. Mi mamá es muy devota del Perpetuo Socorro por tradición de su mamá. Entonces, antes de esa fiesta deben pasar porque mi mamá le ha pedido a la Virgen con mucho fervor que le dé una hija y que si le da una hija le pondrá su nombre. Tema que yo descubro muchos años después y que reclamo, porque yo tenía otro nombre. “No te lo puedo decir ni se lo voy a decir nunca a nadie”. Pero obviamente me gustaba mucho ese otro nombre, más que el que me pusieron, porque el que me pusieron se prestaba para mucho bullying, y ya vas a ver lo que me pasó el primer día del colegio. Entonces llegan a la parroquia, me alzan frente a la imagen del Perpetuo Socorro, le dan las gracias por esta hija; luego vamos a la fiesta y me bautizan con el nombre de María del Socorro. Cuentan que la lora que dieron, que mi papá se sentía muy orgulloso de mí; se olvidó todo ese machismo. Mi mamá, el ser más feliz del mundo, siempre rezábamos por la noche: “Papá Dios, te pido por mi papito y mi mamita”. Y seguido decía: “… y por los papitos que se me murieron”; hasta que un día, ya como de cuatro años y medio, le pregunto: “¿Cómo así que los papitos que se me murieron?”. Y me dice que se mataron en un avión. Tengo aerofobia, terror a volar; he hecho todas las terapias y siempre hemos llegado al mismo punto: para mí un avión es “los papitos que se me murieron”.
MEA: Y tuviste una infancia feliz…
MSJ: Me enteró como a los cuatro años y medio, casi cinco, y ahí voy a entrar en el colegio. Resulta que todas las mamás de Armenia les cuentan a los niños que van a estar con una niña adoptada. ¿Por qué? No tengo ni idea. Era una novedad. Estudié de kínder a sexto en el mismo colegio de monjas, la Sagrada Familia. Aunque era un colegio femenino, solo kínder era mixto y cuentan, porque esto no lo recuerdo, que mi primer día, estoy entrando al salón y un niño me grita: “Socorro, auxilio, usted es regalada”. Ahí viene el bullying del que te hablo con mi nombre. Cuentan que me fui directo donde el niño, y las monjas y los profesores, todo el mundo pendiente a ver qué iba a pasar, y me pongo exactamente al frente de é, lo miro a los ojos y le digo: Sí, soy regalada, pero yo tengo dos mamás y usted una”. Esa fue mi primera respuesta. Cinco años tenía.
MSJ: Después, como en primero de primaria, a la empleada de servicio de Silvia Mora, nuestra vecina, se le murió la mamá, llegué del colegio y mi mamá me dijo que íbamos a pasar a saludar. Timbramos y abre esa señora, abraza a mi mamá y comienzan las dos a llorar, y digo “¿pero por qué están llorando?”, y mi mamá me contesta: “Hija, te dije, que a fulanita se le murió la mamá”, y le digo “sí, pero a mí también se me murió mi mamá y me dieron otra”.
MEA: La espontaneidad de una niña….
MSJ: Luego llega el día de la primera comunión. Mi papá es el presidente del club, y a todas mis compañeritas les hacen las fiestas en el club, menos a mí que soy la hija del presidente. Entonces reclamo y le digo: “Pero papá ¿cómo así?”. Y me dice: “Hija, porque usted va a tener muchas fiestas en el club, y vamos a hacer su fiesta para los niños pobres”. Mi papá tenía una empresa muy grande de carpintería como con 200 empleados; cada empleado podía inscribir a otra persona, entonces fue una fiesta de 400 personas más los niños. La fiesta más grande que hubo. Mi papá me dijo: “Allá va a haber mago, payasos; va a ser la fiesta más bonita de Armenia. No va a ser en el club, va a ser para los niños más necesitados; ellos nunca van a olvidar esa fiesta, y usted tampoco”. Cada niña o niño recibía una mudita completa, y así me enseñaron la generosidad, la sensibilidad social. Mis padres tenían una casa campestre donde vivían unos caseros con sus hijos; uno de estos nació ahí, el otro llegó muy chiquito y hoy día son dos grandes publicistas. Mi padre les pagó la carrera, y han estado conmigo en las agencias donde he trabajado; son como parte de mi familia. En mi casa todas las enseñanzas eran con hechos.
MEA: Y el amor de sus papás…
MSJ: Impresionante. No éramos una familia perfecta; como cualquier familia, había peleas. Como de seis o siete años empiezo a pedir un hermanito o una hermanita. Imagínate el camello en que los pongo…
MEA: ¿En algún momento quiso averiguar por su pasado?
MSJ: Hay momentos de muchas dudas, cuando hablan de adopción en el colegio y te pones roja, horrible, como si tuvieras un letrero en la frente. Momentos en que te da pena, cuando sientes que eres menos. En cierta edad te haces preguntas como “¿por qué me dejaron?, ¿por qué me abandonaron?”, “¿quién será mi padre biológico?”. Yo vine a saber esta historia que te estoy contando ya muy grande. Claro que sí, hay una época en la que uno quiere buscar a sus padres, como en la adolescencia; esa época difícil. Cuando uno es adoptado, hay una palabra que nunca podrá dejar, y es “incertidumbre”; pero la incertidumbre es una elección. Yo elegí la certeza de ser feliz.
MEA: ¿Y la conexión con la Casa de la Madre del Niño?
MSJ: Mi papá todas las navidades mandaba un cheque en un sobre cerrado a la Casa; lo llevaba mi tía Lucia. Un día en Armenia, tomándonos unos aguardientes en familia con mi papá, le pregunté sobre ese cheque. Voy a decirte un chiste, no sabía si todavía me estaba pagando o qué, pero su respuesta fue brutal de hermosa, y me dijo: “Porque mi hija pasó la primera Navidad en una casa de adopción y yo no sé si tuvo juguetes; entonces quiero asegurarme de que todos los niños tengan juguetes”. Y durante muchos años, el cheque lo llevé yo. Un día pedí una cita, me la dio Bárbara Escobar con María Lucía, una de sus voluntarias. Me mostraron toda la casa, recorrí las cunas. Llegué muy valiente y muy fuerte, y empecé a quebrarme y a derrumbarme. Me muestran primero donde están los niños, con todas las voluntarias dándoles teteritos, sacándole los gases, todo; hermosísimo. Solo me piden que no hable con las mujeres que están esperando sus bebés; tú veías niñas que se les notaba el embarazo poquito, unas medianamente, y a otras, mucho. Todas estaban tejiendo, y eso me pareció hermosísimo. Me imaginé a mi madre biológica tejiendo, y ahí fue cuando me enteré de que mi madre biológica estuvo en parto individual, sentí que estuvo más sola; debió ser muy difícil para ella. Le tengo mucho miedo a la oscuridad! Me transmitió mucho amor, mucha espiritualidad, pero también ¡pobrecita!
MEA: También mucho miedo…
MSJ: Mucho miedo. Tengo esos dos temores en la vida que los he trabajado mucho en terapia: el miedo a la oscuridad y el miedo al avión.
MEA: Sigamos con la historia de su visita a la Casa de la Madre y el Niño…
MSJ: Llegamos a la oficina de Bárbara, donde hay unos libros ahí detrás, y Bárbara me dice que me nota muy distraída, que qué estoy mirando. Yo estaba craneandome cómo entrar después a robarme el libro; yo decía “¿por qué puerta voy a entrar?, ¿cómo hago?”. Y ¡oh! sorpresa, ella me dice: “¿quieres ver el libro de tu año?”. Y saca el de mi año, y noto que no estoy. Y Bárbara dice: “Tan raro que no estás”; y coge el del año siguiente, 1960, y soy la primera hoja. Siempre el libro tiene arriba el nombre de tu papá y de tú mamá, Oscar Jaramillo Jaramillo, Soledad Velásquez de Jaramillo. Hay una foto mía, el nombre y ahí cuentan esta historia que te he contado: de dónde vengo, hay poca información. Hoy día, es distinto: te entregan una carpeta. También le preguntaba mucho a Nidia: “Nidia, ¿qué enfermedades hay en la familia?”. Porque hay un momento brutal cuando uno llega donde un médico. El médico te mira a los ojos: “¿Cómo te llamas?”. “María del Socorro Jaramillo Velásquez”. “¿Cáncer en la familia?”. Y uno: “Doctor, no tengo idea, soy adoptada”. Entonces yo le preguntaba siempre a Nidia qué antecedentes familiares había, porque yo sabía que ella era muy cercana a la familia, quizás era algo mío. Yo llegué a inventarme que a lo mejor soy hija de una sobrina de ella o algo; no tengo idea porque siempre estuvo muy pendiente de mí.
MEA: ¿Y le peguntó?
MSJ: Sí, y ella se reía, y me decía que yo era tremenda. Es más, un día me dijo: “Usted es como los periodistas, le saca a uno las tripas”. Así me dijo.
MEA: Pero ¿no lo logró?
MSJ: No, nunca lo logré. Es más, ¿te acuerdas de que yo en un momento de mí relato te digo que yo le pregunté tres cosas y que no me respondió una?
MEA: Sí …
MSJ: Le dije que si algún día me podía hablar y mostrar una foto o algo de mi madre biológica, ella nunca me respondió eso. No tiene nada de raro que en todas las citas que tuvimos en la vida, ella le hubiera dicho a la persona…
MEA: Y que estuviera por ahí…
MSJ: Claro, podía estar por ahí en una mesa, viéndome. Y me contó una cosa brutal. Un día me dijo: “María del Socorro, te tengo que contar algo. Imagínate que fui a visitar a tu madre biológica, y sacó de un bolsillo un papelito que tenía tu nombre, María del Socorro Jaramillo Velásquez, y tu dirección de Armenia”. O sea, ella sabía quién era yo, sabía que había quedado en una familia de Armenia. Nidia me prometió que me iba a mostrar una foto de ella en uniforme, lo cual nunca me cumplió. Ese día, en la Casa de la Madre y el Niño me derrumbé, empecé a llorar. Fui con una gran amiga que me acompañó, y tuve que permanecer ahí un rato. Tuvieron que darme agua, para recuperarme e irme. Llamé a mi mamá a reclamarle por qué no me había contado que yo tenía otro nombre, y mi madre llorando me dijo que le había prometido a la Virgen del Perpetuo Socorro que si le daba una hija le pondría mi nombre, y ese día amé mi nombre como nunca antes. Le pedí perdón; siempre hago honor a mi nombre y me siento muy orgullosa de él. Esa es mi historia.

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