“La adopción es juntar corazones”

“Adoptar es un voto de confianza en la vida”

Frank Pearl, el hombre de los cuatros corazones

Frank Pearl es un hombre marcado por las mujeres. Sus hijas lograron que, a este hombre conocido por sus cargos desempeñados en distintos gobiernos, especialmente por su papel en el Proceso de Paz de La Habana, le nacieran tres corazones más. “A mí me salió otro corazón para Emma, otro para Amelia y otro para Mía. Esos tres días, el día que llegó Emma, el día que llegó Amelia y el día que llegó Mía son, con seguridad, los únicos de mi vida que nunca voy a olvidar”. El voto de confianza que Frank Pearl le dio a la vida con la adopción de estas tres niñas es lo que hoy hace que su existencia tenga sentido.
María Elvira Arango (MEA): ¿En su casa era cercano, familiar, el tema adopción?
Frank Pearl (FP): Cuando tenía 18 años pensé “quiero tener hijos adoptados”. Lo pensé muy joven y luego no lo volví a pensar nunca más, y en el momento en que la vida me llevo allá, lo pensé; o sea, para mí no fue automático…
MEA: ¿Qué piensan durante el proceso, con qué se enfrenta uno?
FP: Miedo. Al miedo de no estar a la altura de esa responsabilidad. No es tan automático como cuando una mujer queda embarazada. Uno para y piensa. Lo conversé con Mara, le dije: “Tengo estos miedos, estas preocupaciones”. A pesar de que supuestamente yo estaba ultraseguro…
MEA: Pero esos miedos los tiene cualquier persona que va a ser papá. En este caso, puede ser, por ejemplo, no saber nada de su historia: salud, crianza. ¿O eso no es una variable?
FP: Esto lo confronta a uno con los aspectos más humanos, más básicos y más egoístas, pero también con los más generosos de uno. Uno piensa en temas de salud, de afinidad, de poder estar a la altura de darle a esa persona que viene todo el amor sin límites; eso es ser papá; también, la formación y la educación con límites apropiados. Yo me confronté con eso y lo procesé, yo no diría que de una manera sistemática, simplemente lo tuve ahí y un día me levanté y le dije a Mara: “Estoy listo, avancemos”. Y tomamos la decisión de hacer una solicitud de adopción sin ninguna restricción.
MEA: Ni de edad…
FP: Ni de género, ni de edad, ni de raza, ni de condición de salud. En un parto natural el bebé puede venir de cualquier manera también: sano o con alguna dificultad pequeña o enorme de salud, y uno no sabe; y eso es lo que la vida le trae. Esto es un voto de confianza en la vida. Yo personalmente creía, y Mara también, que la niña o el niño que llegara era el que de todos modos tenía que llegar a nuestras vidas.
MEA: ¿Cómo fue el día en que llegaron sus hijas, Frank?
FP: Esos tres días, el día que llegó Emma, el día que llegó Amelia y el día que llegó Mia son, con seguridad, los únicos días de mi vida que nunca voy a olvidar. La gente dice: “Pero uno cómo puede tener una afinidad o sentir amor por un bebé que no conoce”. Y le voy a contar una cosa: en La Casa el bebé viene cubierto con una manta, se lo entregan a uno en los brazos y le descubren la cara. Cuando yo les vi la cara a Emma, a Amelia y a Mía fue como si me hubiera salido otro corazón; a mí me salió otro corazón para Emma, solamente para ella. Y cuando llegó Amelia fue otro corazón solamente para Amelia. Y cuando llegó Mía, otro corazón solamente para Mía. La profundidad y la intensidad del sentimiento es igual en los tres casos. Si a mí un micro instante después alguien me hubiera dicho “esa no es su hija”, yo hubiera matado y hubiera dicho: “Es mi hija, lo ha sido y siempre lo va a ser”. A estas alturas de la vida, cuando uno ha tenido la oportunidad de revisar las relaciones afectivas, de hermandad, con el papá y la mamá, con los amigos, las relaciones de parejas, las cosas que funcionan y no, creo que el único amor verdaderamente incondicional es el amor de un papá o una mamá por una hija o hijo; porque hay cosas que pasan en otras relaciones que si suceden rompen la relación de por vida o la dañan; son dificilísimas de reparar. Pero de un papá o mamá hacia una hija o un hijo, es incondicional; esa es la magia de la vida y lo que sostiene a la especie humana.
MEA: Y entonces llega la tercera…
FP: Nos fuimos a vivir a Boston durante un año, allá pensamos hacer una solicitud de adopción, pero yo iba a volver a trabajar en el gobierno y pospusimos la decisión. Volvimos en el 2014, Mara trabajaba en la Casa de la Madre y el Niño, y en tres días tomamos la decisión. Hicimos todos los papeles, y en muy pocas semanas Mía estaba en la casa. El tercero es una maravilla porque descuadra todo, en el buen sentido de la palabra; además, ella llegó cuando Amelia ya tenía seis años y Emma nueve, ya en edades distintas, avanzadas en el colegio, ya no eran bebés.
MEA: Claro, el proceso es bien distinto…
FP: A ellas les hablamos de la adopción desde el día uno, de múltiples formas, en un lenguaje que pudieran entender. Les dijimos desde chiquiticas que habían nacido desde la barriga de otra señora y que Mara es la mamá del corazón y yo el papá del corazón. Nos inventamos un cuento…
MEA: ¿Cuál es?
FP: “Tú estabas en el cielo y sabías que esta era tu familia y que te estábamos esperando, pero no podías llegar por la barriga de mamá; entonces estabas mirando, mirando y de pronto viste a una señora que podía prestarte la barriga para que estuvieras mientras llegabas a esta casa, y se hizo un rodadero por las nubes, bajaste por ahí, llegaste a la barriga de esa señora que te cuidó, que te dio todo su amor para que pudieras llegas hasta acá, que le dolió desprenderse de ti y lo hizo con mucha generosidad y con todo el amor del mundo para que pudieras llegar a esta familia”.
MEA: ¿Cómo sería la vida sin ellas?
FP: No podría decir que mi vida no tendría sentido, pero el sentido que tendría mi vida sería mucho más superficial.
FP: Creo que el legado más importante que uno le deja a la humanidad lo deja a través de sus hijos, un ADN que va a mover principios, conductas, que se multiplica a lo largo de generaciones, y es la manifestación del amor a través de otros. Creo que el reto de ser papá es cómo uno puede lograr manifestar el amor y lo mejor que uno tenga a través de otras personas que van a engrandecer eso, superando los retos de las limitaciones y los defectos que uno tiene. Es una conversación muy interesante que ya empieza a tener uno con las hijas adolescentes, ¿no? Porque se da cuenta de que uno no es perfecto, que comete errores y que lo ven a uno en esa etapa de adolescente como un ser humano de carne y hueso, que es vulnerable. Los niños y niñas chiquitas idealizan al papá y a la mamá, pero cuando empiezan a verlo a uno como uno realmente es, y son crudos en eso; se genera, entonces, un espacio de conversaciones muy formadoras para que puedan aprender de los errores de uno, sin tener que sufrirlo.
MEA: Cometerán otros errores…
FP: Cometerán sus propios errores; tienen sus propios caminos, sus propios retos, y eso hace que las relaciones sean más cercanas, más sinceras o más reales.
MEA: ¿Cuál se parece más a usted Frank?
FP: Emma se parece a mí: es muy exigente, muy autoexigente. Amelia se parece a mí en la sensibilidad social y en la cercanía con la naturaleza, y Mía se parece a mí en la cercanía con la naturaleza, en la alegría, en la mamadera de gallo y en la terquedad. Las tres tienen cosas parecidas a mí.
MEA: Frank, ¿cree que ha cambiado el tema de la adopción en Colombia? ¿Todavía hay estigmatización?
FP: Yo nunca he sentido nada de estigmatización sobre la adopción.
MEA: ¿Y las niñas?
FP: En un momento dado, a una de ellas sí. En el colegio la molestaban por eso, y eso lo resolví muy rápidamente. Pero yo no creo que hoy día haya una estigmatización; yo creo que hace unos años sí, porque las familias a veces no les saben decir a los bebés la verdad…
MEA: Pero hoy día no…
FP: No, hoy día, yo no siento nada de eso, para nada… es que a mí se me olvida que fueron adoptadas.
MEA: Sí, son sus hijas y ya.
FP: No veo cómo podría quererlas más. Eso para nosotros no es un tema.
MEA: ¿Y son muy distintas las tres?
FP: Sí, son muy distintas físicamente.
MEA: ¿Y su manera de ser?
FP: Se van pareciendo. Las tres son distintas. Somos cinco en mi casa, y todos somos muy distintos. Uno puede decir esa frase: “Vienen del mismo papá y mamá”, y esa frase no es cierta. A Emma le tocaron unos papás muy distintos de arranque. Distintos a los de Amelia, y muy distintos a los de Mía en las etapas de información, de los afectos, del carácter.
MEA: Al final del día se trata de juntar corazones…
FP: Lo que hace La Casa de la Madre y el Niño es juntar corazones para que se quieran toda la vida: el corazón del bebé, el corazón de la mamá y del papá se juntan, y es una semilla de amor que va a durar toda la vida. Construyen un futuro que permite sanar un pasado de una muy buena manera; es una ola…

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